Por qué educar teniendo en cuenta la muerte

Fundamentos


En la década de los 20 del siglo pasado comienza la investigación en el ámbito de la Pedagogía de la muerte.
Investigadores de países anglosajones (Pine, 1977) comenzaron a estudiar líneas de formación en entornos sociosanitarios a través del área que denominarían Death Education. Su irrupción en la educación la encontramos en los años 80, tanto en España (Fullat, 1982; Mèlich, 1989) como en otros países (i.e. Berg, 1982; Fertziger, 1983; Sahler, 1983).

La muerte como constructo educativo nos importa por dos
razones iniciales:

1- Porque forma parte de la vida y, en consecuencia, no es posible educar para la vida sin tener en cuenta la muerte (Herrán y Cortina, 2006)

2- Porque: “La enseñanza y los centros docentes deben ocuparse, sobre todo, de lo que más importa al ser humano” (Rodríguez, Herrán y Cortina, 2015a, p. 191), y la muerte importa a todo ser consciente por razones obvias.

La Pedagogía debe liderar la normalización educativa y social de la muerte como posible constructo desde el que promover una sociedad más humana, solidaria, culta y madura.


La presencia de la muerte en la educación, está justificada desde muchos puntos de vista: su interés profundo para todo ser humano, su educatividad durante toda la vida, sus efectos en la conciencia, la madurez, la sensibilidad, la socialización cultural, la mejora de la convivencia, la preparación para situaciones de pérdida significativas, etc. No es posible una educación para la vida sin la conciencia de la muerte.

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